jueves, 22 de octubre de 2015

Tu y yo


Te miro y te quiero mimar, como la perra mima a su manada o como los padres primerizos miman a su cachorro. Te obligo a verme con tu mirada desconfiada. Eres un dictador. Dictas sentencia con lo vulgar, con lo ridículo, con lo insano y también con lo neutral. Me acusas cuando me voy por las ramas y no trepo hacia la luz. Me señalas con el dedo.

            Hace tiempo que no nos vemos las caras. ¿Estás de luto? ¿Estás ahí?. Hace tiempo que no me mandas hacer nada, que no me hablas. ¿Qué crees que puedo sola?. ¿Qué no necesito tu ayuda y comprensión? Estás callada en tu silencio inútil y las dos sabemos que el silencio nos lleva al abismo de perdernos otra vez. Te siento lejos. Además lo tienes todo: una familia que nos adora, unos amigos inmejorables, una pareja ideal. ¿Un trabajo? Ese es tu trabajo, tener trabajo para mí. El tiempo ocupado en poder realizarnos, para conocernos mucho más y para dejar volar nuestras almas. Y, es entonces, cuando me hablas del maldito dinero. ¿Qué para que lo quiero? Pues es simple, para compartirlo, para aprender a usarlo, para no tener que ser feliz sólo con su presencia. Estoy cansada de oírte decir que no podemos vivir sin él. En eso tienes razón, lo aprendí gracias a ti.

            Tú eres materialista, coleccionista de todo tipo de artimañas; yo, en cambio, le doy valor a las personas. Maldita paradoja: ¿no crees que deberíamos pagarles a las personas que tienen esos valores en el interior de su corazón? No crees que, ¿quién mejor que ellos para compartir las riquezas? Siempre me dijiste que pensara en mí, y es esto lo que ya no hago. Ahora quiero pensar en ti. En nuestras vidas fuera de nosotras mismas porque, ¿y si tú y yo no fuéramos nosotras? Sino que fuéramos ellos. ¿Qué harías? Es lo que siempre te he querido decir. Nosotras somos como somos por todo nuestro pasado, todo nuestro entorno, por nuestras experiencias…, pero y ellos ¿cómo son?, ¿lo sabes? Sabes, deberíamos hablar más entre nosotras, como cuando éramos niñas y jugábamos a lo  mismo. Queríamos nuestra verdad y la buscábamos. ¿Te acuerdas? ¿Dónde hemos llegado?

            -¡Basta ya! Yo sólo quiero que seas feliz. Por eso mi silencio.

            -¡Mira que bien! ¡Y por eso te callas!

            - No es eso y lo sabes, pero ahora mismo no sé qué decirte, de charlatanes está el mundo lleno, ¿no? ¿Te acuerdas que de niñas tú te encargabas de ver a través de la perspectiva del hombre y yo a través  de la de la mujer?

            - Claro que me acuerdo, lo bien que lo pasábamos. ¿Y eso a que viene ahora?

            - Pues nada, que igual que nosotras somos iguales y a la vez diferentes, el hombre y la mujer, los pobres y los ricos, los animales y las plantas también.  Es por eso que todos somos uno. Si ahora no tengo ganas de hablar, respétame. Si me quieres, hazlo.

 

 

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