domingo, 8 de noviembre de 2015

Adriana

-¿Por qué a mí? ¡Mira que hay gente en el mundo para que me esté pasando esto a mí! ¿Qué hago ahora? Dime. No puedo hacer nada más, lo sé todo. Gasté todos los cartuchos menos uno. Te lo mereces Pedro. Aunque por otro lado Dios nos dice que siempre hay una salida para todos. Tendría que verla también para ti, pero no la veo- dijo Adriana muy angustiada y nerviosa. Adriana y Pedro empezaron su historia un día a la salida del colegio. Pedro trabajaba allí. Adriana pasaba cada día para ir a recoger a su hermana pequeña. Allí fue cuando al cabo de un tiempo de hacerse ojitos todos los días, Pedro le dijo de ir a tomar algo al bar de la esquina. Pedro era atento, amable, simpático, soñador, un “gentleman”, vamos. Adri se enamoró enseguida. A los seis meses ya vivían juntos en un pisito muy cuco del centro de Madrid. A los dos les gustaba mucho la movida madrileña. Pasaban más vida en las calles que en casa. Al año de relación ambos conocieron a sus respectivas familias. Pedro sólo conocía a la hermana de adri. Ahí fue cuando conoció a toda su familia: padres y demás hermanos. Eran una familia muy unida y querida entre sí. Los lazos de sangre estaban muy arraigados. Ellos eran de Madrid a diferencia de los padres de Pedro que habían venido de un pueblito de Ourense, ya mayores a ver a su único hijo. La relación entre ambos era espectacular. Reían a carcajadas, lloraban viendo películas ñoñas, se querían a radiar y no podían dejar de pensar en la llegada de un hijo en común. Fue al año y medio cuando Adri fue al lavabo para limpiarlo a fondo y moviendo cosas de sitio, vió una revista porno. Pensó: ¡joder con Pedro! Al dejarla otra vez en su escondite se cayó una fotografía. Era una niña completamente desnuda. Adriana sintió una rasgada en su enmudecido corazón. Estaba atónita. Ahí fue cuando empezó a engendrarse la mejor detective privada jamás vista en todo Madrid. Se convirtió en su sombra. Descubrió que Pedro tenía un día libre en la escuela, vete a saber tú por qué. Fue en uno de esos días libres cuando vió que Pedro aprovechaba y se iba de la mano con una de las niñas del parque. Tendría unos 8 años. Adriana no lo podía creer. Pedro y la niña entraban en un hostal de las afueras. Tardaron en salir aproximadamente una hora. Vete a saber qué es lo que le había hecho Pedro. Adriana sólo pensaba que es lo que tenía que hacer. Ir a la policía sería lo correcto, pero su rabia y su dolor hicieron que se lo pensara mejor. Se fue a casa. Allí le estaba esperando la escopeta de caza de Pedro. Se bebió de un trago el asqueroso whiskey que tenía Pedro para ocasiones especiales y esperó que entrara por la puerta. Pasaron 20 angustiosos minutos de interminable espera cuando Pedro abrió la puerta. - Hola cariño, ya estoy en casa.Entró en el comedor y vió a Adri apuntándole con su escopeta. - ¿Por qué a mí? Mira que hay gente en el mundo para que me esté pasando a mí. ¿Qué hago ahora? Dime. No puedo hacer nada más. Lo sé todo. Gasté todos los cartuchos menos uno. Te lo mereces Pedro.En ese preciso momento un estornudo interrumpió la inquietante escena. El director dijo: - ¡Corten!

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